jueves, 12 de octubre de 2017

EL 11 DESPUÉS DEL 11




“…y vimos tantos otros animales que creo que dificultosamente 
tantas especies entrasen en el Arca de Noé.”

(Américo Vespucio)

En estos días que están pasando
ya sé muy bien que vos me estás buscando
quiero saber lo que hicimos
el día que apagaron la luz

(Sui Generis)


No se hable más, fue
en esa poza que bordea la industria
donde nos vimos todos cara a cara,
reafirmando el mismo error de Narciso:

enamorarse del otro
sin saber que se es uno mismo

no hay palabras

fue en aquellos rieles del ferrocarril                                                                                                                   
que se perdieron camino a nada,
donde dividimos la escenografía
de un cuerpo mestizo abierto a la tragedia
y la hicimos una mezcla insípida
con olor a kermesse:

mitad carnaval prohibido en las antípodas
mitad censura de una aldea rural sin instintos.                                                                                                                                   

Rápidamente comenzamos a descender.
Bajamos desde la montaña durante siglos
mientras nos secábamos la ropa
esperando al sol en nuestras catacumbas.

Nos expulsaron del Virreinato del Perú
y empezamos a bajar

bajamos desde antiguas montañas
mientras un río sin corazón
nos abría las puertas de la miseria

abajo, en sus desconocidos brazos
que morían olvidados al poniente,
fueron a parar las bolsas
que se inflaron con la desidia
del neoprén consumido en la ribera

abajo, en sus cansados matorrales
escondidos en la miseria,
quedaba el piñén de una ciudad
que se desangró esperando el siglo XX

abajo los niños del inframundo,
entre autopistas concesionadas
y aeropuertos desconocidos,
se cansaron y salieron
a cogotear bajo las sombras
de una ciudad en apócope.

Bajamos desde los cerros
cual colonos de un valle sin ventanas

mientras un río que bautizamos,
como Mapocho siglos más tarde,
tocaba las puertas de la miseria                                                                                                                                                                                    

y se iba con la sonrisa café del desagravio                                                                                                               

y nos mostraba el otro lado de este lado:

una ciudad como un macabro poema realista
una toma de terreno transformada
en el nicho acumulativo de inmobiliarias
una bodega día y noche funcionando
con subcontratadas almas en pena
una increíble canción cebolla
con olor  a pan  tostándose en la estufa
y a mezcla de hormigón sin terminar

cuadras y cuadras con
ramazones de verduras podridas
anidadas por sus ferias
para luego dar paso
a la soledad de una micro silente

atravesándola en plena madrugada

sin más testigos
que el choque de dos luminarias
con esta esquina donde el tiempo
por las noches agoniza en
los labios rotos de un Dios muerto:

Central Estación de tu centro.

Aún no amanece
y el silencio que se va
es la orquesta de camiones fascistas
titilando en silencio
                   
                            en 1/2 
                      de la llamarada

que es Américo Vespucio
al llegar a la Ruta 68.

Aún no amanece y
la luz que alumbra un poco más
allá de lo permitido
es reflejada por estos
ventanales trisados por tres piedras
lanzadas sin pecado alguno.

Atrás dejamos los cerros
tal pioneros de un negocio
destinado a la barbarie.

Atrás dejamos el océano
y los mitos de la eterna juventud

atrás quedaron el Valle Dorado
y la Ciudad de los Cesares

atrás dejamos los cerros
y los inviernos de la patria
a sabiendas que es la
lluvia que te recorre con cierta timidez
quien nace en estas cascadas
que avisan la llegada de la civilización

pues parte de la cascada, también, eres

¿o no miras al horizonte de vez en cuando?

una Cordillera decadente se hace lomas

la misma madre que parió un Imperio
hoy se deshace en tus partículas
de bombas y petardos
azufres y letargos explotando
en un silencio lleno de este ruido constante
que es el polvo de tu boca

eso asumiendo que tu horizonte
lo plotearon, en Castilla,
para el otro lado:

al fondo de un mar sin ojos
a la orilla occidental de una
larga y angosta faja
de miedos y tabúes.

Y valle también te conocí
y me emborraché en tus plazas
aquellas noches donde la vida
apenas gateaba encima de los árboles

y al valle vinimos buscando el oro
y encontramos indios rabiosos
y ríos sonando al fondo del cielo

y siglos más tarde inventamos
gatos que lamerían tus techos
ratones que llenarían tus cañerías y
vecinos que hacinarían tus Bancos

inventamos el barroco caos
de tus horas peak

el barroco caos de tu historia inconclusa
fue creado ladrando las heridas
entre peatones con el corazón roto
corriendo entre estas calles
que siempre fueron laberintos
con tus ventanas sudando al almuerzo

quejumbrosas y apiñadas

llenas de una rabiosa grasa dócil
que no alcanza a ser  la grasa
de esta ni de ninguna otra
sudamericana capital luciérnaga
                                                                                                                                                                    además

desde cien metros a la redonda
te vigila el ojo que todo lo ve y

cámaras
semáforos
y cajeros

quizás

no sean más que tu disfraz
de pequeña ínfula soñada
por capas medias aspiracionales
que no cuentan entre sus filas
con Caballeros ni Amazonas
entregados a la locura
de una performance absurda

ya que en el fondo tú eres triste

tan triste como un Wurlitzer
sonando en el Litoral Central
aquel invierno aquella noche
de la bohemia más inconsciente
que terminó con la camisa
hecha pedazos
por la desesperanza
de llevar ropas ajenas
a iracundos lugares ajenos:

recuerda que el veneno se toma lento y en silencio

recuerda que tantos golpes
no recibe cualquiera, 
pequeña aldea

recuerda que todas esas
corbatas ajustadas pronto
se transformarán en decapitaciones
delatoras de tu vaciado enjambre

doloroso de retratar.

Bajamos a la historia
seguros de dominar una razón
clavada a la fuerza en
nuestros bárbaros corazones

¿lo recuerdas?

quizá no
quizá en tus años
portalianamente infantes
ladrabas y te hacías
la más fuerte del barrio
y te olvidabas de nosotros

del latín y de los
rituales que  incendiamos

y ladrabas y golpeabas
como un tonto león en la selva
como un tonto león que aún no suelta la teta
desde donde se agarran
todos los imbéciles que no ven más
que su espejismo muriendo
a la salida de las Discotecas

o en los Directorios trasnacionales

macabros mantras mandando
ordenes al tercer mundo
desde ejecutivos jóvenes

vía Skype

blasfemando su lenguaje tecnócrata
en prezis y seminarios
en minors y noches de clientes VIP
en trincheras cibrnéticas y burdeles
con olor a sangre y perfumes asquerosos
que lamen las costras de estos cerros
dinamitados siglo tras siglo
por sus máquinas y sus softwares

pues el dolor sigue

suma y sigue
mientras paseo, obstinado
por cada rincón de este olvido

y veo

como los pasos apurados
forman una lastimosa lágrima colectiva
en el bandejón central de tu avenida

y así, vuelves a caer:

desde tu amanecer pincelado
por ventanas añejas
y plazas resistiendo
al disparate del vino solitario                                                                                                 

caes

Huechuraba suena parecido a Quilicura

y los basurales de Til Til
te muestran hacia el Norte,
como flecha mortuoria,
la noche arrastrándose por una carretera
que morirá días más tarde en el desierto

aquella noche que te abriga
pero que aún no llega
aquella noche que te acecha
en sueños sin cabeza
antes de que suenen las campanas
del camión de la basura

aquella gata en celos arriba
de tu atraso constante
desfilando entre cada sueño
que explota antes de que escapen
de sus tumbas tus muertos

por Avenida La Paz
los ves deambular por montones
con el lomo pasado de aceite
y la mirada violada por el tiempo

se van

se desvisten para luego
recoger el uniforme y salir con el sol
a las calles nuevamente

estas calles que son
menor en cantidad
ante las venas de tu cuerpo
cuando te transformas en símbolo
y los zombies escondidos en
las esquinas de tus pasajes
te dibujan circularmente

en un amorfo poema
de drogadicto sin remedio.

Bajamos de los cerros.

No atravesamos la cordillera
ni se nos fueron muriendo los yanaconas
en el camino.

Bajamos del cerro Renca y La Pincoya
bajamos de Peñalolen y Puente Alto
duros y empastillaos.

Bajamos escondidos
de las cámaras y la policía
para reventar el centro
de un centro que nos dejó afuera

bailando en pepas en las faldas
de estos cerros y el olvido

bajamos en patota
junto a la dialéctica del amanecer
y la capa oscura
de tus plomos barrios en invierno

invierno tan crudo como
el saludo a la hora de colación
en los principales afluentes humanos
que ya no son más humanos
que aquel espejo roto
en la carretera de este Apocalipsis
que es tu rostro partido al medio.                                                                                          

Tampoco sabes
como el topo que recorre tu centro
se topa a diario
con tantos desmayos ontológicos                                                                                                              y sueños castrados
con el mismo bisturí de mierda

no sabes

no sabes del holograma
que hace con los ángeles
tu cielo rasgado por el atardecer:

¡Rojizo, anaranjado y azul!


¡R    A              y                        A
 o        n                                z
  j          a                        u
  i            r                  l!
 z               a
 o                  n
                         j
                           a
                             d
                                 o

no sabes que desapareció el arrebol
mientras se siguieron moviendo
los obreros a sus guaridas
por estas horas en que Disney
se turnaba nuestras onces
de niños ensimismados con

hu
hu
hu
Hugo y el Ritalin.

Crecieron los Malls  y
se privatizaron los manicomios,
la Banca fue salvada y
se encerraron las dueñas de casa
para prender la estufa
y tostar el pan que alimente los días,
todos los días
todas las horas

por los siglos de los siglos

mientras caen

y caerán más industrias
a lo largo de Camino a Melipilla:

Cerrillos que se reparte a los suelos                                                                                                          del que se aleja para mirarse tras
la línea del ferrocarril
y verse muerto por un cobarde
disparo por la espalda de otro siglo.

Y es tu escenografía
que coopera con los llantos silenciosos
                                                                                                                                                              son tus automóviles chinos y alemanes

las aglomeraciones
de tanta carne en venta
desfilando por el Barrio Meiggs

y las caídas del vecino
cuando llega vomitando espanto
antes de abrir la reja de su casa

las razones por las cuales
sangra menstrualmente la época:                                                                                               

Todo lo No Fecundado                                                                                                                              debe morir en aquel intento.

Es el otro lado de este lado
y son los Blocks anclados aquí,
son tus niños con el dedo en la boca
mirando a los pasajeros
que atraviesan por la calle principal
junto a la micro junto a su vida
sin más regalo
que una tierna mirada atenta:

su corazón expuesto a la lucha de clases
sin siquiera darse por enterado:

Pudahuel se arma desde la esquina
Pudahuel se desangra desde la esquina

Pudahuel se desarma y sangra.
mientras Américo Vespucio da la vuelta
como un falso cinturón de estrellas
y nos espera con sus niñas
rondando el Cementerio Metropolitano
a la vuelta del silencio en cada motel.

Y son tus condominios, también

bellas fachadas y una estética
de serie yankee a medio camino

-sin la risa de fondo-
         
son tus condominios
sin rejas en el antejardín

con el título profesional
colgando en el living de la primera
generación profesional de hijos de puta
que parió este país neoliberal

son tus condominios
tristemente yankees
en los cuales sobrevive
sin protecciones
el panal de las capas medias:

el marido borracho golpea a su mujer
después de la fiesta familiar,
los niños afuera
rasguñan el suelo con sus patinetas

más allá las plazas
donde el paragüa se consume
tal como se consume el desprecio a todo:

la caja de vino
y los cantos tribales bajo la lluvia
nos soplan a la cara
como el viento norte

nos hace cariño
su semblante difuso
de juglares posmodernos

la rapsoda del chofer de micro
lo picaresco del Canto a lo Divino
y los freestyles en la lengua de la esquina
convergen junto al estallido de tu tarde:

Maipú corre para tomar el té con La Florida

Y son tus barrios de viejos
con el antejardín pegado a la vereda,
también

la ventana se dispone heroicamente
hacia la calle
como si mirar cara a cara a la vida,                                                                                                            que se va más rápidamente que antes,
desgarrara la calma del sillón
junto al crepúsculo

gruesas tablas y manillas doradas
junto a la cara de la vieja:

moño tomado
lentes gruesos
mirada que grita ¡Piedad! 

y es su mano campesina que muere
décadas más tarde,
en  una ciudad  truncada
en su sueño perdido
o vivido desde lo póstumo

cuando todo viene a la memoria,
todo se aglutina cuando se asoma
a la gran ventana                                                                                            
junto a su tejido

el mismo tejido de Penélope

pero ella no espera a Ulises                                                                                                                      ella espera a la muerte junto a su viejo

el viejo atrás
perdiéndose entre los puzles
del diario dominical

calma, mucha calma,
una calma no muy cómoda
para los niños y los jóvenes
que de la mano requieren
la bulla de tus centros comerciales

niños que desean la moda
y la identidad perdida entre las amalgamas                                                                                                como vestido plomo
entre el plomo de estas cunetas
a medio terminar

una calma inocua existencialmente                                                                                                            para los que se van apagando
junto a su vieja

una calma no resuelta
en aquella mirada devorada
por el choque con la calle                                                                                                          
que se metamorfosea  allá afuera:

Quinta Normal llora cada atardecer
mientras Renca se sube las faldas,
amiga mía.

Bajamos, seguimos bajando
por los cerros vamos en manada
corriendo por los bordes.

Llegaremos a incendiar
el núcleo de una historia mentirosa
que nos dejó afuera del círculo.

Vamos en manada corriendo por los bordes

que es el norte santiaguino
levantando la Modernidad
desde su tumba

la guitarra que se hizo pedazos                                                                                                                  mientras las ventanas quedaron intactas,                                                                                                  la vieja que fue a dar
con los espectros                                                                                                                                                              
y de pronto

EL APAGÓN DE LUCES

El zumbido de la memoria dilatada.

La familia en cama
esperando que pase el rito,
la estética que también es rabia
y no sólo estética,
la política que va
por fuera del legado ilustrado,
la poética de los bordes,
los cadenazos del lumpen

el amor que es ante todo Amor

La ciudad está a oscuras y atacamos
la ciudad es una reescritura
que se arranca

y es ahí donde todos se encuentran,
chocando unos con otros,
toros con toros sin lomo
que no pueden reconocerse
pues los rostros nuestros cuerpos
se encuentran desterrados
sin Razón alguna que venga en su auxilio

la televisión prendida
y el té caliente:

la Villa Francia huele a derrota                                                                                                                  y eso duele aceptarlo arriba de la micro

todo está oscuro
y oscura es también nuestra carne

oscura es nuestra memoria                                                                                                                                                    

que es sueño sobre tu pecho
si es que afuera
aún no podemos robarnos los ojos
del que nos robó la corazonada
con su capucha
y su estética propia de los años 80´s
y su mundo que ya no existe
y estas manos que desaparecen.

La micro late y la incendiamos

mientras la noche se enrosca
como capullo enfermo
si es que no hay tantos fierros
en cada cuneta
como silbidos trae el alba
con su olor a Radio Cooperativa
y a Matinal hediondo a dictadura:

esquirlas de antiguos sueños
encendiendo antiguas poblaciones.

Ahí es cuando tus niños
levantan las cejas
como esperando algo nuevo                                                                             

más allá de esas murallas
que trae el apagón

miopes  murallas epistemológicas
que no ven ni se dejan ver

no queremos verlo tampoco

no nacimos en la oscuridad
como para acostumbrarnos
a no ver la canallada

en vivo & en directo.

Sabemos que al llegar a Lo Espejo
no hay frontera
que aleje al Poniente del Oriente,
esto es el Sur
y acá las noches no son
para observar las estrellas

acá los telescopios no sirven
para leer el cielo

acá los eclipses son los que esconden
el pan de la mesa
y la Colonia de guagua
sirve para que las putas huelan rico
mientras le entregan su cuerpo
a subcontratados licenciosos
y silenciosos.

¡Hágase la luz!  

¡Róbese la luz!

¡Que las cadenas saquen todos los chispazos
que amerite la memoria
que se arranca!

Invítese nuevamente
a escupir la luz sobre
el desembarco de tres barcos
mentirosos:

cuéntennos la historia
del sol explotando a rabiar                                                                                                                                                                        por los sueños que nadie pudo ver
entre las trampas de este
continente de ratones sin queso.

Luz nuevamente.

Luz en las casas para ver por la tele
las carnes arrugadas por el Aullido

para ver la meca y los acordes del almacén

para  ver las hojas caer, es cierto,

pero el otoño se va
como se fueron los esguinces
distópicos de nuestra infancia:

algo muy triste viene a parir la primavera
que se asoma
tocándole la espalda a Los Andes:

los cielos son agujereados
como manteles viejos
por cada cabeza mestiza
que viene bajando hacia el centro

mientras el eco de estas miedosas risas
se abre paso camino al purgatorio                                                                                                              por unos largos siglos de pecado.

Vamos en manada bajando
desde todos los cerros de la patria

vamos quemando todo el polvo
y nuestros cuerpos

ya no es invierno
y las botas llegan mojadas a casa,
recibidas por la mano acorralada
del televisor y la ventana
que transpira lentamente

ya no es invierno
y se inunda tu cuerpo
como se inundan los perros
entre tanta basura y barro

perros que son los verdaderos
dueños de cada una
de estas noches del poniente

Cuidado con el lumpen

viene bajando de los árboles
con el corazón sangrando
entre sus manos

y perplejo comprendo
que no hay en ti caminos errantes
ni acequias donde morir tranquilo

tal como lo hiciera Omar Cáceres

acequias que quedaron impunes
cuidando pueblos decimonónicos
que ya no están y que hoy
es preferible leerlos
en un maravilloso poema
de Jorge Teillier o Rolando Cárdenas
y arrancar una flor
y recorrer tus pasajes

ya que en ellos
siempre encontraré
una mirada una bala o
una sopaipilla friéndose

al ritmo del infierno sobre las cabezas:   

Virgilio y Dante
pueden seguir fumando
pasta en esta esquina,                           
admirándose del horror 
de este infierno                                                                                                                                        mientras una cabra chica
se les cuelga de la reja                                                                                                                                               
para ofrecer mamones por quinientos                                                                                                        y acompañarlos con la pipa

en realidad Dante lo haría,
de eso estoy seguro,
por Virgilio, nuevamente,
no pongo las manos al fuego.

Primero está el Tila,
Óscar Lucero,
la Chinosca

y luego Eneas

primero nuestra fauna,
nuestros próceres del desamparo
y el silencio

luego los grandes rostros
de los grandes Imperios.

Llegamos, no viene Michimalonco
con nosotros.

Viene el cáliz de tu sangre
y somos las hordas que llegaron
pero nadie puede ver
salvo una que otra cámara

de dudosa reputación occidental

y ya está pronto a amanecer
y un gato apuñalado nos espera
con su estómago dado vuelta
en el tarro de COANIQUEM.

Los vidrios rotos
una                       vez
               más

nos muestran
el mosaico de la existencia
y las botellas con la mecha prendida
alargan la esperanza en esta noche

a lo mejor mañana
no se podrá enfrentar a los Pacos
con la misma intensidad

a lo mejor mañana
con la capa caída
y la espada partida en mi propio pecho
seguiremos  aquí,
naufragando entre tu espejo
y la voz muerta
del que no es capaz de nombrarte

de aquel
que no es capaz de nombrarse
ni menos ofrecerte un poema
por más malo que este sea

o una molo´
por ingenua que parezca:

llevan una mano por los aires
y eso ya
es un verdadero milagro.

¿La luz se hizo?

la Luz se quebró en fractales
y aquel niño que se crió
entre los vientos de esta esquina
hoy camina al centro de Maipú
sin saber muy bien por qué

la noche del 11 ya pasó
y pasaron los comerciales en los noticiarios

la noche del 11 ya pasó
como han pasado tantas cosas en este país

la misma poza
que bordea la misma industria
y que hoy ya no está,
el mismo Narciso
devorado en estos tiempos
por la condena del mismo retail

el mismo poema que hoy marca
el fin de la infancia

el arrebato de una capital  coja
bisecada en la médula de su cuerpo
que se transforma época a época
y que no se va a detener:

en esta mañana de septiembre,
con los matinales poblando todos los canales
de este hogar sin cañerías

la memoria estira sus brazos

y no sabemos bien aún
qué           
significa eso

el olor a bencina nos dice
que La Victoria es ya casi un recuerdo
de una película Western

el eco de esta tierra polifónica
nos dice que no hay que volver a perder
ni regalarles
la sangre de nuestro pueblo
otra vez 

nos pide perdón por las voces
que quedaron tatuadas en estas murallas

nos pide no seguir acumulando rezos
para más muertos de este
nuestro lado de la historia.

Nos dice que pida perdón a la manada
por escribir

un poema sobre la memoria
casi tan largo como este olvido.



(Maipú, septiembre del 2013)