sábado, 7 de abril de 2012

EPOPEYA DEL AUTO VIEJO AL INTERIOR DE LA CABEZA DE UN NIÑO



Después de 10 años
volví a poner mis brazos en medio de esta neblina,
la neblina de la Gómez Carreño.
Todo estaba cambiado en esta población.
Los edificios pintados otoño tras otoño
por la lluvia.
Los columpios sin el  óxido de las manos.
Las calles que iban hacia el centro del Pacífico
y  que hoy van 
hasta la quebrada voz de lo eterno.

TODO ES DEVENIR.
Todo. 
Menos aquel auto amarillo,
el mismo bajo el cual
me escondía de la galaxia
siendo niño.

Ahí estaba
con su techo lleno de grietas
con su patente BE 4128
con su dueño siendo devorado por los bellos gusanos.
Con su dueño   /   finalmente
al fondo de toda esta mierda.

Resistía.
En eso consistía su presencia: Resistir.
Allá al fondo del mismo rincón oxidado
desde hace más de 15 años 
resistía los aluviones y las moléculas.
Las canalladas y los secretos de gatos y amantes
de pasteros y  de niñas vírgenes.

Resistía. Res
istir.
Ponerse en cuatro ante la experiencia
y cantar por todos lados que estamos vivos.
Que hablamos
Que reímos
Que bailamos
Soñamos / follamos / derramamos
Jugamos a ser Dioses   /  en medio de nuestros terruños.
Eso era aquel auto amarillo.


Resistía el aquelarre,
las manos quebradas de su gente.
Resistía el sinsentido del sentir.
Resistía la soledad magnánima del Pacífico Sur.
El invierno con el niño muerto
balanceándose sobre un columpio imposible.
Resistía el pan quebrado,
la mujer de espaldas,
el pasillo largo y ancho de esta tierra.
Res
istir.

¿Y resistir para qué?
¿Acaso indignar al instante  /  con toda la eternidad posible   /   sirve de algo frente al Comercio?

¿Y avanzar para qué?
¿Avanzar entonces para qué? Me respondía.
No sé quién mierda me respondía, pero allá,                                      al fondo de mi cabeza
una voz me respondía.

Aquel auto amarillo estaba ahí.
Los autos nuevos que se ponían a su lado tenían olor a fierro.
No su olor a hogar del tiempo sido
menos
su olor a conjuro, hecho con las propias manos.
Eran perros de otros espacios, de otros mundos.
¡La ciencia, la nueva nobleza! El progreso. ¡El mundo marcha! ¿Por qué no había de girar?
El sinsentido de avanzar bajo estas coordenadas
impedía dejar a la marcha correr hasta el corral.
Avanzando le cae el martillazo a la vaca en pleno mate.
Avanzando sin mirar atrás fue nuestro error:
perdónanos por eso
valiente Esposa de Lot. 

Aquel auto amarillo resistía.
Seguía allí obstinadamente     /  como hace 15 años.
No habrá siglo que pueda borrar su presencia.
No lo moverá la Historia  /   su posición es firme:
“la Historia es astuta, conocerá también mi secreto”.

Todos lo saben.
Aquel auto amarillo
cada día será un auto nuevo.
Distinto al de mis 15 años atrás
Distinto al de mañana   /  al ojeroso    /
al que viene galopando allá al fondo.
TODO ES DEVENIR
Aquel auto amarillo también lo es,         me retracto.
Lo sabía desde antes de escribir este poema.
Lo sabía por qué ya tengo las manos
y los huesos doloridos.
Y esta neblina
se me mete acá adentro.
Y me clava la estocada del tiempo.


Y me clava la estocada del tiempo!

(Viña del Mar, 2012. Población Gómez Carreño.)