domingo, 28 de septiembre de 2014

UNA CASA SIN FANTASMAS NO ES UNA CASA



Cantaban mis hermanos,
mis hermanitos,
una noche de otoño:

Una casa sin fantasmas no es una casa.

Una casa sin fantasmas no es una casa.

Una casa sin fantasmas no es una casa.

Y yo mientras pensaba:
una casa sin fantasmas no es una casa.

No se adornan sus paredes
con canciones de otros tiempos
ni se escucha el pálpito
con que los muertos siguen
estando presente.
La ceniza, los huesos,
el recuerdo.
No es esta pieza la mía
si no es capaz de contenerme
hasta el final de los tiempos.
Si no se lleva nada de mí
luego de mí
es porque nunca realmente existí.

Por eso me encanta la idea
de que este poema quedará,
no importa que no quede en nadie
de este mundo,
este poema
quedará en esta pieza
hasta el final de la historia
y será, al menos, un fantasma.
Lo sentirán los hijos de los hijos
de los hijos
de quienes compren esta casa
y estén solos
una noche de otoño
y no sepan si matarse,
invitar a la polola a echarse un polvo
o escribir un poema medio mamón
y eso a mí me encanta.
Para ellos escribo.
Para esas bestias
que seguirán reproduciendo
la vida urbana de las capas medias.
Para asustarlos de noche
ya que nada los asusta de día.
Ser un fantasma
y comunicarme con los vivos
tal cómo ahora me comunico con los muertos
cómo la Gabriela:
la poesía como una conversación directa
con nuestros muertos

Con Yin Yin, con la madre
Con el Seba, con el Pipe

con todos aquellos
que laten en todas las murallas
y bancas
y camas
y techos
y escaleras
de esta amurallada ciudad

con todas esas estrellas
agujereando un cielo opaco

es que hemos decidido hacer un pacto:

la poesía será nuestra forma de comunicarnos.

El pacto es justo:

yo no me muero de hambre acá en la tierra
y ustedes se ríen de todos nosotros

yo escribo este poema a contratiempo
y ustedes siguen cantando allá al fondo:

Una casa sin fantasmas no es una casa.

Una casa sin fantasmas no es una casa.


Una casa sin fantasmas no es una casa.



NOTAS TRANSHISTÓRICAS

                       I


La tracción falló,
el automóvil del vecino
otra vez llegó vomitando
la cabeza de su jefe
arriba de su mujer.


                           II


Por las noches
Creo que su nave es el Caleuche
y yo miro el Pacífico
desde algún Fuerte de la isla
y me planto un balazo
y el mundo sigue
y los muertos cuelgan
y tu mano me sigue cuidando.


                          III


Los artistas se ríen arriba,
bailan colgados del sol:

la fiesta aumenta en la ficción,
lo real pasa lento,
plano,

la congoja es desigual.
                        
                         
                           IV


Las minas del Rey Salomón
se fueron de América.
Hoy no queda más
que un mar sin orillas,
lleno de industrias que se llevaron todo
y dejaron tirados los huesos
de tres generaciones
que vinieron a morir aquí


en las calles de mi barrio.  


sábado, 27 de septiembre de 2014

LAS CAPAS MEDIAS ESCONDEN LA CARA




Las capas medias esconden la cara,
vienen y van
con la mano apretada en sus bolsillos.
Cruzan la calle
mirando para ambos lados
y se protegen comprando Seguros,
pólizas de miedo que concatenan
cada uno de los traumas que fueron formando
desde la infancia.
Niñas y niños fraguados
entre los condimentos de la moral y las buenas costumbres
se defienden,
rasguñan la telaraña con la uña lúdica
pero pronto caen y terminan
con la corbata bien puesta, la falda en la medida justa.
La música se congela afuera,
entre los semáforos se les quiebra la cáscara del sueño
sin salir nada desde ahí
la piel se arruga arriba de los muebles
los niños saltan en los colchones
mientras en el living el papá duerme
sin darse cuenta sobre el sillón: 
la TV y el mismo programa de siempre.
Silencio. En la cocina se prende un fósforo
mientras afuera el vecino pega un portazo
y se dirige raudo al comedor.

Las capas medias
adoptan una moral muy sencilla
pero a la vez                   extremadamente profunda,
un ADN pequeño pero marcado a fuego:
una moral simplona
que tatúa con sangre su edificio.

Una lectura católica de Adam Smith.
Una teta colgando atrás de una cámara.

Las capas medias no leen poesía,
en realidad casi nadie lee poesía,

en realidad la realidad no se equivoca
quizás se equivoca la poesía
y su majadería romántica
y su ego inmenso.
La televisión sigue sonando en el living,
en la muralla se reflejan sombras chinescas
con un tufillo posmoderno,   anémicas,
la madre se pasea, la madre no sabe adónde ir.
La palabra se pudrió al interior de la casa.

Una tras otra las imágenes vienen a la cabeza del niño:

mañana hay reunión de apoderados
mañana le pedirá el primer beso a la compañero de curso,
sí, a la compañero de curso.

Las capas medias se hicieron cargo del siglo XX,
por eso mismo
el siglo XX tiene que reventar,
Estos niños deben reventar e implosionar.

Los escolares van jugando en la micro
con toda la Ilustración reciclada en la periferia,
el uniforme no queda bien
el orden global no queda bien
en esta escena:
                                     Rectángulo de la moral macabra.
                                     Cabezas rapadas
                                     educadas bajo una cultura chata
                                     que seguirá pateando piedras.

Las capas medias esconden la cara
y no quieren verse arrasadas por el vendaval,
no quieren verse
sin la formalidad con que trasuntan el cotidiano de sus días
ni con la carencia de objetos tipo
así que firman,   la Tarjeta,      el otro.
Todo en ese mismo orden.

Las capas medias esconden la cara
pero estos pajaritos deben volar,

estos pajaritos deben quemar esta micro
con el valor vivo de la  voz
parida justo a tiempo.
Recién inmersos en el polvo de la Historia
deben incendiar todos los guardapolvos
de la casa vieja:    la vieja rabia, las viejas mañas,
                             el viejo mundo              las viejas flores.

Estos terrenos recién habitados
deben traer la fulguración de la rabia en el aliento
y cachetear todo intento de susto

ni susto cómodo
ni susto post-dictatorial
ni susto tecnócrata
ni susto al Mercado
ni susto a soltar la teta
ni susto a sí mismo.

Estos pajaritos volarán
y cada jaula será enterrada en el pecho del cobarde.

Las capas medias esconden la cara
y preferirán morir apuñaladas
antes de cambiar el camino,
las capas medias seguirán con el control remoto en la mano
y las calles serán silenciadas por la metralla sutil
del encabronamiento de las masas

la masa aglutinada en vitrinas
y espejos que no muestran nada más que
la anagnórisis del sistema crediticio.

Volando vendrá el animal de lo nuevo.
Volando irá cayendo la neblina en los corazones.
Volando se perdió el FASat-Alfa
el mejor poema que se ha escrito en Chile
y volando se quemó Alsino,

el resto




es esta ceniza que nos queda.