sábado, 2 de febrero de 2013

SIETE RECORTES A LA CABEZA DE UN PASAJERO DE ALGÚN DÍA




 

I

 
Dos lesbianas se besan
en el asiento de adelante.
Le gusta la escena.
Le hace creer que está inmerso
en otro valle de valores,
que su pueblo no es mojigato.
Que no vive en Chile
y que tampoco sabe en qué país.

Pero ahí está,
sentado en esa micro
separado de este infierno por un vidrio
que más encima está apiedrado en su centro ocular.
Trisado como el siglo XX de este país
País Esquizofrénico
con la Memoria metida en un callejón lleno de ratas
pero con su quintaesencia no olvidada.

Levantada hacia ningún Señor.

 
II
 

Se quiebra un vidrio
y cada pedazo roto
escenifica en su pulpa
el Vía Crucis popular:
 
  Sentado vamos pasándola.
  Metro de Santiago: habitáculo en el cual
  las pupilas se aletargan en silencio.

  Con tus agujeros negros
  clavados en los míos
  me conformo.

 
(Nadie dijo que esto era fácil) 

III
 
No hay destino.
Se pudrió la brújula
y los versos quedaron huérfanos.
Se arrancó la imagen que los aglutinaba.
                         La Vieja que los cuidaba.
No hay banda, no hay ritmo posible.
Yo tampoco sé hacia donde.

Maldita incertidumbre.
Malditos griegos y su constante pregunta por el Logos.
Maldita zozobra.
Maldito sistema de transporte.

       Imprecar en el vacío
       con el arpón listo para dar muerte.
       Ser un Vagabundo del Dharma
       y comenzar a crear con la mochila puesta.

 
Imprecar en el vacío
imprecar la época
ladrar en la oscuridad de
dos postes chocando en la misma esquina de siempre.
 

IV

Cuando el mundo tira para abajo
es mejor no estar atado a nada…

 
No quiero a ningún dinosaurio en mi cama.


V


.: . Quiero un sol / que no me acuerde de ti .:.
 

VI

 ¿Fui Yo quien escribió esto?
¿< Yo >  es con mayúscula?
 

VII

 
…Yo estoy flotando en el mismo mar de nunca.
    Ya pronto llegaré.

 

 

    Ya pronto             

 

      llegaré.

 

 

 

 

   

                               

                                              

 

AVE DE RAPIÑA (o algún Dios observando la caída de las Torres Gemelas)






              ¿Cuántos ojos
                se plantan sobre mí
                en este instante?

Quizás los que se esconden
tras su cuaderno
en aquella galaxia de enfrente,
me respondía.
 
               ¡Cuántas hojas
                salen desde mí
                en este instante!.

Oh! Existencia trashumante
ya dudo          hasta de mi nombre:

Quizás deba volver a soñarme.
 
Allá abajo
las dos piernas de un Mercado omnipotente
se hicieron polvo como tantos otros Imperios.
Los callejones incendiaron a la Luna
en su eterna emboscada al silencio.
La policía
           la poesía
continuaron buscando su presa
                en las profundidades:

          Allá donde moría el último deseo,
          allá donde nace el primer mandamiento.
   
        ¿Cuántos ojos
         se plantaron sobre mí
         en ese instante?

La última pupila del desierto
fue arrasada por la mentira de un espacio con tragamonedas.
Caminé toda la carretera como un mortal cualquiera
Me perdí arriba del agujero que follaron los cristianos
Vi los ojos de la historia
en la niña virgen que sangraba en los baños de esas Torres.
Vi los ojos del Apocalipsis
encima de las masas
y no pude seguir.

     ¿Cuántos ojos
     se plantaron sobre mí
     en ese instante?

Todas las hojas ya volaron,
las fui dejando una a una encima de los Anales
perdiendo su rastro
el día en que los del más allá
esgrimieron en los cielos
la mayor obra poética que pudimos imaginar para Occidente:

 Su  Autodestrucción.

No vi ojo alguno desde las alturas.
Sólo volví a ver dos zapatos colgando en la ventana
del último piso de las Torres Gemelas.
Caminé a los brazos del mal padre
y supe que la muerte estaba ahí

 ¿Y las hojas?

        Cayeron como un latino más desde las ventanas.
        Cayeron en busca del sueño americano.

         

 

 

             Nadie sabe ya dónde estarán.