lunes, 5 de mayo de 2014

TRES RIFLES LLEVO ENTRE EN MIS MANOS



A Javier Vera, hermano.

Puedo decir,
decir bajo este cielo de mayo
sin que se me quiebre la palabra
que tengo un amigo
tomando chocorron en Chile Chico
y dos amigos más
levantándole las pestañas al nuevo siglo.
Llevo a mis hermanos conmigo,
una guitarra rota
me espera en la carretera
junto a dos quenas que silban
en medio de la nada.

Anoche perdí mis huesos
y besé mal,   aliento muerto
que me acompañó hasta la cruz
mientras todo el vino derramado
se esparcía sobre las cenizas de este país macabro:
veinte y cinco años
de un tranco castrado
por el discurso de dos cebollas podridas:

haciendo llorar hacia las afueras
mientras Dios toma once puertas adentro.

Tengo un amigo
sacado de una novela de Manuel Rojas
y dos amigos
que murieron al interior de una novela de Jack Kerouac
rechazando la hemorragia de los cerdos
y hoy camino por estas calles,
Vicuña Mackenna con Carlos Valdovinos,
sin saber bien si sigo vivo
o sigo muerto.
Si mi cuerpo es también de ellos
o mi paso no es más que silencio.

La prostituta que me mira de reojo,
El subcontratado que termina su turno
y sale de la industria,
los gatos maullando la desidia
o el eco de los perros persiguiendo a un diablo tuerto.
Señales / signos colgando de los cables
de un barrio antiguo
que entrega su carne ante el misterio

Mi hermano al sur del mundo,
mis dos susurros que van de estrella a estrella
y el telar humano que tejimos entre los pinos.
Ecos
huellas
carne viva ladrando entre los vivos.


Fuego eterno que es eterna poesía.