jueves, 10 de julio de 2014

EN LOS TIEMPOS DE LA TELARAÑA GLOBAL





En los tiempos de la telaraña global
las raíces se anclan aún más
a la corteza sudorosa del hueso.
En la periferia se respira el centro
y bajo el suelo
un sueño riega de azul el descalabro.
Cadenas de neón nos lamen la cara
mientras miles de árboles
pueblan el sur de Chile
con la pena de los indios
lamiendo la botella ajena de otro sol
y un poema lárico anotado en sus libretas.

La Memoria vino a quedarse en este Valle
y creció por los lindes
de una geografía cultivada durante siglos
en el Canto y la plaza llena de voces
la carroza y la botellita de tinto
la paloma
la décima

y el temblor.

La Memoria es frágil en el centro de la ciudad
y la poesía late a contrapelo
mientras exista la macabra moral de Trento.

Dos corazones se mezclan
laten y se baten:

los mestizos venimos cantando hace siglos.

En los tiempos de la identidad fragmentada
el pan aún logra unir
la mesa de los pobres.
La palabra,
en medio de la vorágine y la superpoblación,
trastabilla  pero se mueve.
La lengua se mueve.
La lengua de los parias,
la pluma del esclavo
laten a ritmos discontinuos,

como el jazz,

mientras los lugares escondidos
van construyendo una voz
un castillo
tu mano
un juego nuevo en la cuadra,
una vida pincelada
desde las cañerías oxidadas
de cualquier
capital
latinoamericana.

Quizás afuera la luna sangre,
quizás la piedra rompa el vidrio
y se disuelva la frontera
entre el miedo y lo real:

el adentro es nuestro y viene ladrando.

Niñas y niños de la mano resistiendo al desencanto.

En los tiempos del retail
y las redes sociales
el poeta lanza su caña a la fosa común
para comer del silencio
que reina en los zapatos nuevos.
En la carrera de galgos
y en la pelea de gallos,
en el fantasma que acompañó la infancia
y en el rostro de los asesinos
se inmiscuye la Nada,
navega como aquel peatón
que se busca a sí mismo
en las vitrinas disecadas
de cualquier
capital
latinoamericana.

Debemos recuperar el canto del Rapsoda
y las manos dignas del pueblo.

La pasión del héroe épico
y el destape de nuevos mitos
congregan la labor inmediata de volver a cantarnos,
decir
saltar
bailar
nuestro día a día
con la necesidad vital de volver al Canto
al tomate la tierra la teta
al trigo bajo la luna
y la pierna fuerte del que camina.
No llora y camina por la orilla del mundo
con sus muertos ladrando de frente.

En los tiempos de la hemorragia cultural
el relato de las lenguas menores
debe parir un ethos palpable
y en constante fuga.
Escabullirse del poder desde la novedad
y latir como la bomba que estallará
encima de toda etiqueta.

Un verso colgando en la cortina
un pedazo de piel
dos dientes sueltos  y las cartas
encima de la mesa en que moriste.

Una huella humana tras la tormenta
nos dice que la vida es eso:

huellas marcadas en la piel
y un tiempo parco que las difumina,
cicatrices en la memoria
y un par de columpios solitarios en la noche.
Una ronda de huesos
escondidos medio siglo bajo el mar
y la madre del hijo muerto
encerrada en un museo.

Debemos disputarles todo:

la carne de los vivos
y la voz de los muertos
el pan y el horizonte
la moral tejida por el hipócrita

la palabra y el silencio.